
Son los ojos que no miran,
Ni huelen la rotura de una ausencia.
Frente a esta,
La gente de una urbe con pezuñas
entre mis dedos.
Y en esos ojos lloró la sangre
Ardiendo las faldas de una montaña
Que abrigaba las manitos de su pueblo
Fui ángel de mis tierras
Demonio entre mi especie
Peregrinaban cadenas con látigos
En mis espaldas
Ya no huelen ni miran, no lloran sangre
Surcos se formaron
Y la urbe no creció.
Soy hijo de esta noche
Vida
De útero no fecundo
Hijo
De mi cuello como premio
Sangre
Fui ángel al que le crecieron
Las pezuñas en ves de alas
Me comí la plumas saciando
los miedos y la agonía.
Bienvenido hijo a tu resurrección
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